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Vol. 42. Issue 8.
Pages 419-420 (August 2006)
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Fernando Sánchez Gascón

Cuando la pena nos alcanzapor un compañero perdido,cuando el adiós doloridobusca en la fe la esperanza.

La vicedecana de medicina de la Universidad de Murcia escribió, en Diario Médico, que Fernando se fue tan pronto porque el cielo necesitaba un neumólogo. Yo creo, más bien, que Fernando vino porque los neumólogos necesitábamos un ángel. Nació en 1944, año duro de pobreza y hambre, en el corazón de la vieja España, en un noble lugar, Ciudad Rodrigo, en el seno de una familia humilde. Con grandes sacrificios, sus padres, Fernando y Soledad, lo enviaron a Salamanca a cursar los estudios de medicina. Se embebió de la magia universitaria en el aula de Fray Luis de León, lugar de peregrinaje conveniente a todo universitario y obligado para todo docente. El aura del sagrado recinto impregnó su carácter y sus convicciones de firmeza, pues su dulzura ocultaba una enorme solidez doctrinal.

Inició su carrera con un breve periplo de médico rural en lugares ignotos de Ávila y de Salamanca, como Miruela de los Infanzones, en los que el médico tenía que hacer de todo, desde partos a fracturas abiertas, sin poder contar con ayudas cuando quedaban cercados por la nieve. En esos lugares aprendió que si quería ser médico, saber era importante, pero lo era aún más que "cuando te busquen te encuentren". Fernando cumplió bien este precepto a lo largo de su vida. Después ganó por oposición una plaza en el Sanatorio Antituberculoso Los Montalvos, en Salamanca, y de allí pasó a su Hospital Clínico Universitario.

En el Hospital Clínico conoció a una persona que sería determinante en su futuro, el catedrático de anatomía patológica y médico de la Sanidad del Ejército del Aire, D. Ángel Valle Jiménez, que le dirigió la tesis doctoral Anatomía patológica en el enfisema pulmonar y le impregnó de una visión anatomicista de las enfermedades. Completó su formación en centros prestigiosos como el Righshospitalet de Copenhague, el Johns Hopkins Hospital de Baltimore y otros.

Allí donde estuviera siempre era y es el mismo, porque es de esos raros hombres que ni son altaneros ni se humillan ante nadie, que tienen la extraordinaria virtud de conectar con todos, respetando hasta a los que, al parecer, no son dignos de ellos. Y por la misma razón debe reconocerse que es difícil encontrar una persona que provoque tanto respeto como él, siempre envuelto en el afecto de maestros, colegas y discípulos.

Estos párrafos, escritos por el profesor Jiménez Casado a la muerte de D. Ángel, los transcribo hoy en su totalidad para Fernando, ya que creo que prueban el impacto del gran maestro en el modo de ser de su discí-pulo.

Hace 20 años llegó a la sedienta, solidaria y herida tierra murciana, el terreno en el que toda su humanidad tenía que florecer en plenitud como sus plantas. Ya como profesor titular de medicina consiguió aportar los avances científicos que se producían y poner a punto las novedades técnicas que llegaban, primero en el Hospital General, para el que logró la acreditación docente del servicio de neumología y, posteriormente, como jefe de servicio, para el Hospital Nuestra Señora de la Arrixaca. Podemos decir, sin temor a equivocarnos, que Fernando abrió Murcia a la neumología. Creó luego la Sociedad Murciana de Patología Respiratoria (SOMUPAR) y llevó a Murcia, en 1996, el XXIX Congreso Nacional de la SEPAR, además de la XV y la X reuniones de invierno del área TIR y del área IRTS, en el 2002 y el 2003, respectivamente. En junio de 1991 se incorporó a la Comisión Nacional de Neumología, en representación del Ministerio de Educación y Ciencia, y fue elegido secretario en noviembre de 1992. Querido por todos, con el respeto y la confianza de todos, ejerció como tal hasta que, hace unos días, le sorprendió la muerte.

Ya enfermo, llegó al decanato de medicina. Como decano gastó sus ya escasas energías y empleó todas sus demolidas fuerzas para lograr que su Facultad y su Universidad experimentaran la transformación necesaria para adaptarse al espacio europeo de enseñanza superior que llegaría en unos años. Ni el dolor de su cresta ilíaca, terebrante hasta el llanto, impidió un mensaje de futuro y de esperanza para sus alumnos en la última, emocionante, ceremonia de graduación. Gracias, Fernando, por enseñarnos cómo se lleva una dolorosa enfermedad con la dignidad de un hombre. Sin duda, fue impresionante ver tu preocupación por los demás cuando te estabas acabando, impresionante ver tu agonía en tu sonrisa.

Murcia se te rindió y te dio la medalla de oro de la Comunidad. También se te rindió España e Hispanoamérica. En Sevilla, hace una semana, en el XXXIX Congreso de la SEPAR, pocos días después de tu asunción al cielo, recibiste un improvisado y espontáneo homenaje de toda la neumología, la cirugía torácica y la enfermería respiratoria españolas. Los compañeros, llenos de congoja y tristeza, guardaron en cada sesión un minuto de doloroso silencio por tu ausencia. Cubrieron tu memoria con la bandera del amor de tu Patria, a la que tanto amabas. También recibiste el homenaje de Hispanoamérica. Bartolomé Celli recordó lo mucho que hiciste por acercar las Universidades americanas en tus viajes por Bolivia, Perú, Ecuador, Colombia, Venezuela, Uruguay, Argentina, Chile..., creando posibilidades de intercambio y promoviendo ayudas, becas y convenios de colaboración. En el vibrar de los aplausos sentimos las últimas estrofas del poema al compañero perdido.

En tu palabra confiamos,con la certeza de que Túya lo has devuelto a la vida,ya lo has llevado a la Luz.

Gracias, Fernando, por enseñarnos un modelo de ser médico, maestro y persona.

Recupera la paz, la paz que siempre nos transmitiste y descansa en ella.

F. Javier Gómez de Terreros Sánchez

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